Las cosas de la vida nunca se dan por casualidad puede que estemos destinados a toparnos con alguien sin querer coincidir y así fue como te conocí, el mejor regalo que Dios me pudo dar y entre tanta gente te pude encontrar aquella noche en el bar, tú mirada comenzó por robarme los sentidos y eras más fuerte que todo el mezcal que me había bebido, puede que me encontrara un poco perdido entre todo el ruido sin embargo tu sabías como hacerte notar, no dude en acércame para invitarte a bailar y después de un rato nuestros números intercambiar.